Un organismo unicelular recientemente descubierto, Incendiamoeba cascadensis, ha batido récords anteriores de tolerancia al calor entre las formas de vida eucariotas. Esta “ameba de fuego”, que se encuentra en las aguas geotermales del Parque Nacional Volcánico Lassen, prospera a temperaturas de hasta 63 °C (145 °F), la temperatura más alta jamás observada para un organismo eucariota. Este hallazgo desafía las suposiciones arraigadas sobre los límites térmicos de la vida compleja y plantea preguntas sobre el potencial de los organismos extremófilos en la Tierra y más allá.
El descubrimiento y su significado
Investigadores dirigidos por H. Beryl Rappaport y Angela Oliverio de la Universidad de Syracuse identificaron I. cascadensis durante el trabajo de campo entre 2023 y 2025. A diferencia de la mayoría de los eucariotas, que luchan a temperaturas superiores a 60 °C, esta ameba no solo sobrevive sino que crece y se divide activamente en agua lo suficientemente caliente como para quemar la piel humana. El descubrimiento es significativo porque las células eucariotas son inherentemente más frágiles que las células procariotas más simples, como las bacterias, lo que hace que este nivel de resistencia al calor sea inesperado.
Cómo funciona: adaptarse al calor extremo
La capacidad de la ameba para soportar el calor extremo se reduce a una combinación única de adaptaciones. Los investigadores encontraron que I. cascadensis requiere al menos 42°C para comenzar a crecer, lo que lo clasifica como un termófilo obligado. El crecimiento óptimo se produce entre 55 y 57 °C y se observó división celular (mitosis) a temperaturas de hasta 63 °C.
Las adaptaciones clave incluyen:
- Vías de señalización rápida: La ameba responde rápidamente al estrés por calor.
- Proteínas Resistentes al Calor: Produce proteínas que permanecen funcionales a temperaturas extremas.
- Acompañantes de Choque Térmico: “Acompañantes” moleculares que evitan que las proteínas se desplieguen y descompongan.
- Quistes protectores: Cuando las condiciones se vuelven demasiado extremas (por encima de 66 °C) o demasiado frías (por debajo de 25 °C), la ameba forma quistes inactivos para sobrevivir hasta que las condiciones mejoren.
Implicaciones más amplias
El descubrimiento de I. cascadensis no es sólo una curiosidad biológica. Sugiere que la vida puede ser mucho más adaptable de lo que se pensaba anteriormente. También se han encontrado fragmentos de ADN similar en el Parque Nacional de Yellowstone y en la Zona Volcánica de Taupō en Nueva Zelanda, lo que sugiere que esta ameba amante del calor puede no ser única.
“Incendiamoeba cascadensis prolifera a temperaturas más allá de lo que se pensaba posible para cualquier organismo eucariota. Este descubrimiento plantea nuevas preguntas sobre la verdadera temperatura máxima que una célula eucariota puede soportar”.
Este hallazgo tiene implicaciones para la astrobiología, la búsqueda de vida más allá de la Tierra. Si los eucariotas pueden prosperar en condiciones tan extremas en nuestro planeta, la posibilidad de encontrar organismos similares en otros ambientes hostiles (como los respiraderos geotérmicos en Europa o Encelado) aumenta significativamente.
El estudio refuerza la idea de que los límites de la vida no son fijos y que la adaptación puede llevar esos límites mucho más allá de nuestra comprensión actual.
