Durante décadas, el fósil de Australopithecus afarensis de 3,2 millones de años de antigüedad, conocido como “Lucy”, ha sido ampliamente considerado como el principal candidato a antepasado directo de la humanidad. Sin embargo, los descubrimientos recientes y el debate cada vez más intenso entre los paleoantropólogos están desafiando esta suposición arraigada desde hace mucho tiempo. Nuevas pruebas sugieren que una especie más antigua, Australopithecus anamensis, puede ser en realidad de la que descendieron los humanos, lo que genera controversia dentro del campo.
El ascenso y la caída del reinado de Lucy
La historia comenzó en 1974 con el descubrimiento de Lucy en Etiopía. Su postura erguida combinada con un cerebro relativamente pequeño, del tamaño de un chimpancé, la posicionó como un intermediario crucial entre nuestros ancestros simiescos y el Homo sapiens moderno. Durante años, el consenso sostuvo que la especie de Lucy condujo directamente al surgimiento del género Homo. Esta opinión se vio reforzada en 1979, cuando un análisis sugirió que A. afarensis fue el claro predecesor de todos los homínidos posteriores.
Sin embargo, cuanto más fósiles se desenterraban, más complejo se volvía el panorama. El árbol genealógico de los homínidos se parece más a un arbusto enredado que a una línea recta, lo que dificulta identificar un único ancestro directo. El último desafío proviene de un estudio reciente publicado en Nature, que reexamina fragmentos de fósiles previamente enigmáticos y los vincula con una especie llamada Australopithecus deyiremeda.
El nuevo contendiente: Australopithecus anamensis
El artículo de Nature sugiere que A. deyiremeda y el Australopithecus africanus sudafricano estaban más estrechamente relacionados entre sí que cualquiera de ellos con la especie de Lucy. Esto implica que A. africanus no descendía de Lucy sino que era su prima. De ser cierto, el más antiguo Australopithecus anamensis, que vivió hace entre 4,2 y 3,8 millones de años, podría ser el verdadero ancestro tanto de A. deyiremeda y A. africanus y, en última instancia, de los humanos.
Esta idea es defendida por algunos investigadores, como Fred Spoor del University College London, que creen que el estatus icónico de Lucy como antepasado directo es ahora insostenible. Spoor sostiene que si A. anamensis es la raíz, la especie de Lucy será degradada a un pariente más lejano.
Feroces desacuerdos e incertidumbres
Sin embargo, la comunidad científica está lejos de estar unificada. Algunos antropólogos descartan los nuevos hallazgos por considerarlos “inverosímiles”, mientras que otros sostienen que el registro fósil de África Oriental todavía respalda a Lucy como la candidata más probable. Carol Ward, de la Universidad de Missouri, señala que los fósiles de Homo más antiguos conocidos se originan en África Oriental, lo que sugiere que el género probablemente surgió allí, lo que respalda el papel ancestral continuo de Lucy.
El debate se extiende incluso a los autores del propio estudio de Nature. El autor principal, Yohannes Haile-Selassie, insiste en que la especie de Lucy sigue siendo la mejor candidata, citando como prueba la estructura de su pie, más parecida a la humana. El coautor Thomas Cody Prang, sin embargo, propone que Lucy pudo haber desarrollado rasgos parecidos a los humanos de forma independiente, de manera similar a cómo los murciélagos y los pájaros desarrollaron alas.
El ancestro esquivo
El problema central es lo incompleto del registro fósil. Cuanto más retrocedemos en el tiempo, menos especímenes encontramos, lo que hace imposible sacar conclusiones definitivas. Según Lauren Schroeder, de la Universidad de Toronto Mississauga, los primeros Homo probablemente surgieron de una compleja “corriente trenzada” de especies de homínidos entremezcladas en toda África.
En última instancia, la identidad de nuestro antepasado directo puede seguir siendo siempre esquiva. Como lo expresa sucintamente Ward: “Es casi seguro que nunca sabremos quién es nuestro antepasado directo”. A pesar de esta incertidumbre, la investigación continua arrojará sin duda más luz sobre nuestro pasado evolutivo, aunque nunca revele una respuesta única y definitiva.
La cuestión de nuestros orígenes es un recordatorio de lo mucho que aún no sabemos sobre la evolución humana. El debate sobre Lucy subraya la necesidad de nuevos descubrimientos y análisis refinados para reconstruir el complejo rompecabezas de nuestro pasado.





















