Las negociaciones en la cumbre climática COP30 en Belém, Brasil, se estancaron debido a desacuerdos sobre los combustibles fósiles y los compromisos financieros, extendiendo las conversaciones mucho más allá de la fecha límite programada para el viernes. Ahora que muchos delegados ya se han ido, lograr un acuerdo se vuelve cada vez más urgente.
El núcleo del conflicto
El principal escollo es el fracaso de los proyectos de acuerdo iniciales para abordar explícitamente el carbón, el petróleo y el gas, los principales impulsores del cambio climático. Si bien la cumbre COP28 en los Emiratos Árabes Unidos acordó “la transición para abandonar los combustibles fósiles”, la propuesta actual carece de una hoja de ruta clara para lograrlo. El Reino Unido y otras naciones exigen un lenguaje más estricto, mientras que algunos países dependientes de los combustibles fósiles se resisten a asumir compromisos específicos. Estas naciones abogan por la reducción de emisiones a través de tecnologías como la captura de carbono, una estrategia criticada por los científicos por no abordar el problema en su origen.
La cuestión de la equidad: financiación y responsabilidad
El punto muerto no se trata únicamente de la eliminación gradual de los combustibles fósiles; también está ligado a desequilibrios históricos en el financiamiento climático. Los países en desarrollo insisten en compromisos más firmes de las naciones más ricas para proporcionar financiación para la adaptación climática. Argumentan que son los más afectados por los impactos del cambio climático a pesar de una responsabilidad histórica mínima por las emisiones. El último borrador exige triplicar el financiamiento climático para 2030, pero carece de claridad sobre si este financiamiento provendrá de gobiernos o de fuentes privadas.
El papel y las contradicciones de Brasil
Brasil, el país anfitrión, bajo el presidente Lula da Silva, esperaba conseguir un acuerdo más ambicioso. Sin embargo, el propio país enfrenta un escrutinio por sus planes de expandir la producción de petróleo y gas en alta mar hasta principios de la década de 2030. A pesar de esto, Lula defiende el desarrollo de combustibles fósiles como un medio para financiar la transición de Brasil hacia una energía más limpia y señala avances en la lucha contra la deforestación del Amazonas. También ha lanzado un fondo para prevenir la pérdida de bosques tropicales, pero sigue siendo difícil conseguir compromisos internacionales.
El camino a seguir
Según las reglas de la ONU, dos tercios de los países participantes deben quedarse para llegar a una decisión, y con la salida de los delegados, el tiempo se acaba. La situación subraya la tensión persistente entre las realidades económicas y la acción climática urgente. La imposibilidad de llegar a un consenso representaría un revés significativo para los esfuerzos climáticos globales, lo que reforzaría los desafíos de coordinar la política internacional frente a intereses nacionales en conflicto.
Sin un acuerdo claro y decisivo, el mundo corre el riesgo de quedarse aún más atrás en sus objetivos climáticos, exacerbando las ya graves consecuencias del calentamiento global.
